Fundamento...
“La religión verdadera y perfecta delante de Dios, Nuestro Padre, consiste en visitar a los huérfanos, a las viudas y a los que necesitan ayuda, y guardarse de la corrupción de este mundo. (Santiago 1,27)
Quienes somos:
Somos una entidad sin ánimo de lucro, que nace en Bucaramanga por inspiración de Dios en el corazón de los esposos María Magdalena Pinto Tamayo y Julio Roberto Gutiérrez Alarcón, y sus 4 hijos; Julián Guillermo, Catalina, María Cristina y Paola Andrea, con el deseo sincero de amar y servir a Dios a través de los hermanos, adelantando un proyecto de vida cristiana centrado en el seguimiento de Cristo, compromiso que se fundamenta en “Vivir para amar a Jesucristo, sirviendo al hermano más necesitado”, tomando como apostolado la atención integral a los más necesitados, especialmente los ancianos desamparados, abandonados y/o enfermos, hombres y mujeres carentes de comprensión, cariño y respeto, excluidos de la vida y de la comunidad, sin techo ni identidad, que han perdido el sentido de su vida, la esperanza y el deseo de batallar, y que al final de su vida todavía tienen que seguir sufriendo en las calles para sobrevivir, en una sociedad que ha olvidado las luchas y esfuerzos que hicieron en el pasado para heredarnos el mundo que hoy creemos es sólo nuestro.
“Dios nos ha precedido en el amor y nosotros sólo deseamos corresponder a ese amor”, por eso, mediante su hijo Jesucristo y en su nombre estamos desarrollando un proyecto de vida cristiana, atendiendo las necesidades materiales y espirituales de los ancianos necesitados, procurando recogerlos para brindarles en forma gratuita un albergue donde pueden contar con un techo, una cama digna, una alimentación conforme a sus condiciones, velando por su salud e integridad física, personal y emocional, lo mismo que recreación, vida en comunidad, asistencia afectiva y espiritual, y todo el bienestar posible que esté a nuestro alcance para proporcionarles una mejor calidad de vida en un ambiente cálido y fraterno, en un hogar donde puedan llegar al final de sus vida sin el sobresalto de andar buscando diariamente el sustento para sobrevivir, los socorremos porque lo necesitan y para que no olviden que siguen siendo amados por Dios y que aún tienen una esperanza cierta y presente aquí en la tierra, en el hermano que se solidariza con su dolor, que siente como propio su sufrimiento y su angustia, escuchando y atendiendo su pedido de socorro, pero mejor aún devolviéndoles la fe y la ilusión, esperando como recompensa, solamente servirles, para recibir de ellos una sonrisa, y de Dios su bendición, acaso… ¿Hay mejor paga?